jueves, 12 de junio de 2008

Atencion primaria. Una llamada de atencion



El actual enfrentamiento entre los médicos de Atención Primaria y la Administración sanitaria asturiana, ha adquirido tintes de tal virulencia y antagonismo, que recuerda la convulsa época de los años ochenta del pasado siglo cuando de la mano del recién estrenado gobierno socialista de 1982, se impulsaron importantes y necesarias reformas en el sistema sanitario español.

Entonces se produjo una radical transformación del sistema en la que el poder de los médicos quedó considerablemente reducido. Frente a la clásica visión de una medicina curativa e individualista se promovió una nueva visión estratégica que enfatizaba la necesidad de promover políticas sanitarias enfocadas a la mejora de la salud colectiva. Ello generó, sobremanera en el ámbito de la Atención Primaria, una profunda crisis de identidad. El médico vio invadida su hasta entonces exclusiva parcela, constituida por su consulta, sus diagnósticos y sus tratamientos por una súbita pléyade de nuevos profesionales o funciones (consultas de enfermería, trabajadores sociales como agentes de salud, preventivistas, epidemiólogos, técnicos en salud pública, planificadores, educadores sanitarios…), que anunciaban otra forma de hacer sanidad.

Aquella reforma percibida como una amenaza al estatus profesional preexistente, generó resistencias cuya intensidad fue directamente proporcional a la cantidad de cambio que se estimaba necesario introducir. Sin embargo, 20 años después, existe un amplio consenso en considerar que la reforma sanitaria socialista, notablemente acomodada a las influencias de sus iniciales detractores, produjo cambios extraordinariamente positivos en la atención sanitaria a los ciudadanos en términos de calidad, equidad, accesibilidad y universalidad.

La pretensión de los actuales gestores sanitarios de reintroducir las guardias y la jornada de tarde en el ámbito de la Atención Primaria, ha suscitado un rechazo prácticamente universal en el sector. La argumentación de que los médicos del Principado han tenido sustanciosos incrementos retributivos, desde la asunción de las competencias sanitarias, sin ningún tipo de contraprestación, es contestada desde la esfera sindical en el sentido de que tales incrementos (cercanos al 6% anual en el periodo 2002-2008), no son mas que una tardía equiparación a la media de las retribuciones que perciben sus compañeros del resto del Estado a quienes no se les ha exigido plus alguno.

Por otro lado la indiscutible legitimación de la Administración sanitaria para realizar cambios organizativos, se resiente muy seriamente cuando la política sanitaria se manifiesta como intrínsecamente contradictoria. Es difícil de explicar el regreso a las guardias de los médicos a tan sólo dos años y medio de la creación del Servicio de Atención Continuada cuya justificación reside precisamente en “evitar la sobrecarga de trabajo de los profesionales de Atención Primaria” que realizan guardias. Y más difícil todavía dar base legítima a la jornada de tarde contra la opinión, no sólo del Sindicato Médico sino también de las Sociedades Científicas y de los Comités de expertos que la propia Administración creó para su asesoramiento, cuyo dictamen desaconseja, a la vista de la demanda de la población, la implantación de consultas de tarde.

Pero nada de lo anterior justifica posiciones numantinas ni la repetición de viejos errores. No es posible ignorar que la realización de las guardias médicas es un imperativo legal y que la rigidez horaria de las consultas en horarios de mañana puede plantear problemas reales de accesibilidad en colectivos fundamentalmente de trabajadores y estudiantes. La superación del aparente conflicto de intereses entre los profesionales y los usuarios es un requerimiento de calidad que puede y debe realizarse sin detrimento de derechos adquiridos ni distorsiones en un modelo que en líneas generales es satisfactorio.

La convulsa etapa de la reforma sanitaria de la década de los ochenta, nos ha enseñado que una organización eficiente requiere de la colaboración voluntaria y activa de los médicos y que en cualquier organización, no sólo la sanitaria, es imposible imponer un cambio contra los intereses de sus miembros. No sirven ni los dogmas ni las imposiciones. Hacer surgir un nuevo modelo no implica vencer a otro, tal como hoy esta planteado el debate, sino apostar por las capacidades de los implicados para que también puedan jugar en el que se pretende impulsar.

La hora del diálogo esta más vigente que nunca.


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